Duelo por adelantado – Parte 2

Admito que no fue fácil qué pensar. Lo había visto tan convencido de regresar a una segunda sesión (prueba de ello eran los cincuenta pesos adelantados) que sí pensé con intensidad que había pasado lo peor.

Le dejé un mensaje por WhatsApp, ni demasiado invasivo ni poco considerado, y esperé durante todo el día.

¿Habría muerto, y yo sería el único en saber su secreto?

La sensación fúnebre se disipó cuando al segundo día recibí la llamada.

-Carlos, buenos días, ¿cómo estás? – Se escuchaba ruido de calle. Esforzaba su voz para opacar los otros sonidos.

Lo saludé con cierta compasión.

Él continuó sin mucho preámbulo:

-¡Te hablo para decirte que te regalo los cincuenta pesos! Ya no pienso volver a verte en mi vida- me dijo riendo, y yo no supe cómo interpretar su comentario. Me reí también para no escucharme desentonado.

-¿Y eso porqué?

Porque no me voy a morir! O al menos no en poco tiempo. Me hice el mismo estudio tres veces, en tres lugares diferentes, y los tres médicos han confirmado mi diagnóstico: no tengo absolutamente nada malo en mi cerebro. Todos mis resultados están bien, ¡no me muero! Así que ya no tengo que pensar si le digo a alguien o no, ni prepararme para nada. Te regalo los cincuenta pesos y te deseo mucho éxito.

La conversación duró dos minutos. Colgué y sonreí. De algún modo yo también había cargado con su noticia, y en ese momento la carga se cayó de mis hombros.

Ese día me di un tiempo para pensar un par de cosas.

Lo primero: nos preparamos tan poco para morir. Morir es una seguridad, todos pasaremos por ello, todos nos acercamos allá, pero somos tan poco conscientes, que no percibimos la vida con su compañera fiel que es la muerte. (Ya hablaremos de eso en otro momento).

Lo segundo que pensé es cuánta influencia tienen otras personas sobre nosotros.

Un comentario hecho a mi paciente (paciente exprés) le cambió la vida por un par de días. Él reconsideró el significado de todo a su alrededor, estuvo dispuesto a tomar decenas de decisiones, se replanteó el sentido de sus relaciones: todo por un comentario.

Es cierto que uno confía en su médico, pero el médico se puede equivocar. Uno confía en sus amigos, pero tal vez no todo lo que dicen de nosotros sea verdadero. Confiamos en lo que opina la sociedad sobre nuestra vida, y en base a ello nos exigimos metas inalcanzables, comportamientos perfectos, ingresos imposibles y vacaciones impresionantes.

La pregunta es: ¿qué voces están cambiando mi manera de pensar? ¿quiénes están determinando lo que pienso sobre mí? ¿cuándo dejé de comprobar que mis creencias son verdaderas?

Duda de todo, dijo el filósofo. Así resumo la intervención que tuve con mi paciente.

Dudar es el primer paso hacia la verdad.

Por: Carlos Castro

Redacción

Somos un equipo listo para actuar. Estamos dispuestos a llevarte la información más relevante en el momento que lo requieras. Checa nuestra web y redes sociales ¡No te arrepentirás!

A %d blogueros les gusta esto: