Las bestias

Nota del Editor: Los comentarios aquí vertidos son responsabilidad directa de su autor y no reflejan la opinión de En Vivo Mx.

Por: Mónica Franco

Anoche soñé que cargaba a un bebé que no era mío. Lo abrazaba, acariciaba y abrigaba. Extrañamente el niño, que no rebasaba los seis meses, llamaba a su madre. Yo caminaba por una calle oscura mientras lo sujetaba fuerte entre mis brazos. Él me miraba con sus hermosos ojos grandes, que mostraban miedo y agradecimiento al mismo tiempo, pero eran los ojos de un adulto, no de un niño. De repente desperté y sabía que debía terminar este texto.

“Mis ojos grandes” se basa en historias de mujeres que han sabido torcerle la mano al destino; de aquellas que caminan por la brecha del infierno en busca de sus hijos e hijas desaparecidos; de las hijas del pueblo que rompen las reglas para sobresalir; de las madres que no son tan santas, ni tan putas; de las profanas y de las insurrectas.

Pero la mujer no es víctima en todos los casos, ni es siempre madre santa y perfecta. Ni todos los hombres son malos, y los que lo son, no siempre ultrajan y asesinan solos. Hay quienes exceden los límites de la lógica y cometen crímenes contra natura, dejan de lado su condición de humanos para convertirse en bestias que engullen, como hienas, a sus hijos e hijas.

El pasado 9 de agosto, la Fiscalía General del Estado de Puebla (FGEP) informó que, en seguimiento a la investigación del caso de Yatziri —siete años, fallecida tras cuatro meses de atención médica en el Hospital La Margarita—, se imputó el delito de feminicidio en contra de Rafael N., Alejandra Viridiana N. y Mónica Naxshely N., quienes eran su padre, madre y madrastra, respectivamente.

“Mejor quiero morirme, ya no me curen”, pidió Yatziri cuando estuvo por última vez en el nosocomio. Esta frase se leyó en los titulares de diarios tanto poblanos como extranjeros. La crueldad de lo que sufrió atrajo la atención de autoridades municipales y estatales a finales de agosto del año pasado. 

En marzo del 2020, Yaritzi ingresó al sanatorio por primera ocasión; la llevó su madre tras una golpiza. En mayo, la llevó de nuevo su padre, esta vez por quemaduras hechas con un cigarrillo sobre varias partes de su cuerpo. El 21 de agosto de 2020, la niña llegó de una vez más a la clínica con una hemorragia interna por perforación intestinal, un pulmón colapsado y violada; la internó una vecina que pudo rescatarla.

Al día siguiente, la madre y agresora de la niña intentó llevársela del hospital, pero se marchó al ver que estaba intubada. El 27 de agosto del 2020, los padres de la menor fueron detenidos por la Fiscalía Especializada en Investigación de Delitos de Violencia de Género contra las Mujeres de la FGEP. 

Yatziri murió el 29 de diciembre de 2020, un día después del día de los Santos Inocentes, que en la tradición cristiana recuerda el asesinato de menores de dos años, nacidos en Belén, por orden del Rey Herodes, quien esperaba que entre ellos pereciera Jesús de Nazaret.

Quizá la pequeña Yaz, como se le conoció de cariño, no fue la única víctima: se descubrió que tuvo una hermana de tres años, quien falleció en julio del 2020, al parecer por broncoaspiración.

Hace casi dos décadas trabajé en la FGEP —en ese entonces llamada Procuraduría General de Justicia—. Entre otras actividades, encargaba de depurar la información que enviaban las comandancias de la Policía Judicial para convertirla en boletines informativos. 

Tenía yo 25 años cuando leía, casi a diario, casos de bestias como los tutores de Yatziri, que ultrajaban con toda violencia y con cualquier artefacto a sus hijos e hijas. Esos horrores me hacían llorar en silencio. En ocasiones, cuando cargaba a mi hijo de dos años y miraba sus lindos ojos, tenía que dejarlo un momento para asomarme a la ventana, que me diera un poco de aire y entonces poder abrazarlo de nuevo.

No puedo olvidar otro caso de aquellos años: el de un niño de dos años, víctima de sus padres; estos lo violaron, quemaron su espalda con una plancha y sus piernas con cigarrillos. Murió a causa del dolor. Al salir de ese empleo, supe por qué algunas personas que trabajan en áreas de seguridad y justicia se deshumanizan; por qué otras defendemos causas, tras conocer el dolor de frente y sin filtros.

Miles de niños y niñas han muerto en todo el mundo asfixiados, ahogados, envenenados, golpeados, acuchillados o incluso arrojados por ventanas. Solo hace falta googlear “maltrato infantil” para que la red se desborde de historias.

Existen casos en que los hijos e hijas son asesinados por uno de los progenitores; éste, incapaz de aceptar un no por respuesta, asesina para hacer sufrir al otro que se negó a continuar con la relación. Los casos de violaciones e incestos son aún más comunes, pero silenciados hasta que los menores llegan moribundos a los hospitales, como le sucedió a Yatziri.

¿Qué puede llevar a algunos adultos a ejercer tanta violencia sobre un menor de edad? ¿Qué hace que una madre o un padre golpee hasta la muerte a su descendencia? ¿Cómo puede una madrastra o un padrastro quemar la piel de los pequeños que viven con ellos? ¿Cómo es que los vecinos no escuchan los gritos de terror de los niños y las niñas que son violados al otro lado de la pared?

Adultos llenos de maldad, de ego y narcisismo descomunales; megalómanos, sádicos, psicópatas, son verdaderas bestias que nunca debieron salir del infierno y que nunca debieron engendrar.

Las bestias

Antes de devolverlos al averno, que los entreguen a los vikingos para hacerles águilas de sangre. Que un hacha deshaga su columna vertebral, cortando su piel y separando sus costillas, formando así sus alas teñidas de sangre. Que les saquen los pulmones y arrojen sal a su carne viva. Que mueran en el dolor y sin poder quejarse. Después, que se unan a las demás bestias y que canten canciones de cuna por toda la eternidad.

Redacción

Somos un equipo listo para actuar. Estamos dispuestos a llevarte la información más relevante en el momento que lo requieras. Checa nuestra web y redes sociales ¡No te arrepentirás!

A %d blogueros les gusta esto: