Madres buscan a sus hijos desaparecidos en fosas clandestinas

La última fosa de Miguel Alemán, Tamaulipas con más de 500 cuerpos.

Por: Verónica Ruiz Nava

Querido Pueblo Mío: Cada día una madre busca a su hija o hijo desaparecidos. Duerme en la sala esperando cada noche que toque a la puerta y la vuelva a ver. Camina por las calles de su ciudad esperando ver entre la multitud su rostro y su complexión. Cada día espera que la pena termine, que regrese.

Animal Político reportó la última fosa clandestina con más de 500 cuerpos encontrada por estas madres. Se ubica al norte de Tamaulipas en la ciudad de Miguel Alemán.

Anteriores fosas han sido reportadas por Proceso y diversos medios desde 1990 con las llamadas “Muertas de Juárez” en el Campo Algodonero, osamentas de mujeres asesinadas.

La devastación, el número de muertos y desaparecidos es tal que muchos mexicanos se han insensibilizado ante la barbarie. Incluso la justifican. No los condeno, sólo espero que no les pase.

Existen fosas clandestinas en Tamaulipas, Morelos, Veracruz, Guerrero, y otros estados. Han sido reportados tantos casos, tantos predios, tantos muertos, tantos cuerpos y tantos restos que el número 500 no impresiona. Ni impresiona ya la forma en que fueron asesinados, o si se encontraron niños.

El primer juicio y el más doloroso para una madre es escuchar que “debió andar en malos pasos” y por eso merecía que lo desaparecieran. Ninguna víctima merece el delito, ni merece la tortura, ni los tratos crueles, ni los tratos inhumanos. Ninguna víctima merece ningún delito, menos el de desaparición forzada.

A los hijos y familiares desaparecidos siempre se les espera, se les espera vivos o, al menos, encontrar un cuerpo que enterrar y llorar. Algunas madres mantienen sus cuartos y sus cosas tal como las dejó, con la esperanza de que cuando regrese vea todo igual.

El delito de desaparición forzada es una herida abierta, que marca a la familia y lastima a la sociedad, permanentemente, hasta que se encuentre su cuerpo, si se encuentra.

Las madres que buscan a sus hijos viven la soledad de caminar en medio del desierto, con el sol en la cara, sorteando matorrales entre las brechas del Río Bravo en Tamaulipas. Rastreando los lugares en donde “dicen” que han ido a tirar cuerpos.

Soportan la carga impuesta por la sociedad del cuidado de los hijos hasta la investigación de sus desapariciones y atestiguar la inhumación de cuerpos. Ser testigos de los cráneos, las ropas, los huesos que se encuentran.

La mayoría de las veces el padre ausente, pero la madre es la que busca. Como las Abuelas de Mayo, ellas siempre buscan.

Los que hemos vivido en frontera sabemos que es difícil; por el sol, por el clima desértico, por las altas temperaturas. Difícil por el trabajo en una maquiladora. Estresante por el deseo, sueño de llegar a Estados Unidos y estar a un paso; respirarlo pero no pasar, escuchar “me echaron para atrás”.

Estas madres, esposas, abuelas también tratan con el morbo y la indiferencia de otros tantos, carentes de sensibilidad. Explicar una y otra vez las condiciones en que desaparecieron sus hijos, los restos que han encontrado, seguir preguntando y recabando información de otra fosa para buscar a sus hijos.

Este México que construimos, y estos derechos que intentamos hacer valer a diario los hemos obtenido con las lágrimas, la sangre, el dolor y el sufrimiento de muchos otros.

Verónica Ruiz Nava
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Nota del Editor: Los comentarios aquí vertidos son responsabilidad directa de su autor y no reflejan la opinión de En Vivo Mx

Verónica Ruiz Nava

Abogada experta en derechos humanos y derecho constitucional. Imparto conferencias y soy trotamundos poblana.

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