No olvides cerrar los ojos -bien cerrados- en Noche Buena

«Vivir es cambiar, y ser mejor es haber cambiado muchas veces»:John Henry Newman

Por: Carlos Castro

Sabemos cuál es el segundo requisito para que aparezca el regalo soñado debajo del árbol de navidad: cerrar los ojos -bien cerrados- para no ver a Santa (por supuesto, el primero es portarse bien). Cada diciembre se cierran ojos brillosos, dulces ojos de niñas, inquietos de niños, dejando que la magia de la navidad haga su trabajo. Amanece, los ojos se abren, las cobijas vuelan y los regalos aguardan, calladitos y oliendo a pino, reposando en el rincón de la sala.

Pero pareciera que esta práctica de cerrar los ojos y encontrar resultados no es exclusiva de la noche buena.

Tampoco de los niños.

Muchos adultos siguen tratando de tapar el sol con un dedo. Siguen cerrando los ojos para no sentir los problemas de los hijos, para no incomodarse por las quejas justas sobre la administración del hogar y para hacer de cuenta que los abuelos ya necesitan marca personal. Siguen esperando que el trabajo llame a la puerta, que la pareja “ahora sí cambie”. Siguen deseando que Santa baje por la chimenea y coloque un regalo rojo, enorme y de moño dorado, con una nota que comience con un “tal como lo pediste en tu carta…”

¿Debo desmentirte sobre el mito?

Esta misma semana, mientras aplicaba una escala psicométrica a una adolescente, ella y yo nos topamos con una afirmación a resolver: “Si ignoro un problema, éste desaparece”. La chica miró hacia el piso, que reflejaba la imagen de ella misma jugando con su cabello, y sin verme respondió: “No, no lo creo en absoluto”. Yo no pude hacer más que sonreír y afirmar con una madurez adulta: “Todavía hay personas que sí lo creen”.

Déjame dedicarte unas preguntas, porque quiero aterrizar la analogía de los ojos cerrados al tema personal y de la familia. Creo que estas fechas decembrinas nos brindan muchas oportunidades de reflexión, por proveer diversas reuniones y confrontarnos con la realidad de nuestras relaciones familiares. Aquí las tienes, son acerca de tu familia:

¿Sientes que eres menos “tú” cuando estás con ellos? ¿Sientes que no fluyes? ¿Después de cenar planeas buscar el sillón más cómodo y observar todo de lejos? ¿O tal vez hablarás tanto como puedas para evitar el recuerdo de esa persona que ya no está? ¿Necesitas mantener el rol de líder de la familia? Cuando estás con los que tienen tus raíces, ¿hablas más de lo que escuchas?  ¿Te atreves a decir “te amo”? ¿Abres el refrigerador con la misma confianza? ¿Te apena ver su rostro? ¿Tu hijo prefiere usar su Tablet mientras los demás platican? ¡Quizá tú prefieras que él lo haga!

Tal vez ya tengas preguntas importantes que te has estado haciendo. Lo celebro contigo. Las preguntas tienen una magia especial -más especial que la magia de cerrar los ojos en noche buena-. Te invito a que en las citas familiares que tendrás durante este mes te hagas muchas y sinceras. Te invito a que mantengas los ojos abiertos, a que respondas, aunque eso te haga responsable del cambio.

John Henry Newman ya lo dijo: vivir es cambiar, y ser mejor es haber cambiado muchas veces.

La identidad más pura de una persona surge cuando está con su familia. Ese es el campo más duro de trabajo. Es el entorno que debiera ser más acogedor y al mismo tiempo es la suma de muchas costumbres que pueden llegar a aburrirte si no eres capaz de renovarte. Nunca serás ajeno a tu familia. La llevas no solo en la sangre, sino en tus pensamientos más profundos y en recuerdos que se formaron en ti antes de que aprendieras a hablar. Así que más te vale abrir los ojos y contemplar quién eres.

Tienes un mes experimental, ¿qué harás en él?

 

Carlos Castro

Creo en el cambio y lo busco con intencionalidad, por ello hice la licenciatura en Psicología (Xalapa, Veracruz) y estudié la maestría en Psicoterapia (Cancún, Quintana Roo). Fue increíble trabajar para el Estado de Nuevo León durante 2014-2016 como Supervisor de proyectos sociales, Psicólogo de adultos mayores, y atendiendo a la selección deportiva estatal. En 2016 volví a Xalapa para coordinar el departamento de psicología de la Casa Hogar del estado de Veracruz, de la cual me retiré como director en 2017. Actualmente atiendo proyectos sociales, doy psicoterapia y practico triatlón.

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