El lenguaje al servicio de la política

Si el Presidente dice que no es desabasto; no es desabasto.

Por: Verónica Ruiz Nava

Querido Pueblo Mío: En medio de la crisis por el desabasto de gasolina se hizo evidente una vieja política lingüística; intentar cambiar el significado de las palabras. La retórica o cantinfleo utilizado para redefinir la palabra “desabasto” fue promovido desde la cúpula que controla la lengua española en México, el presidente.

Si bien el lenguaje sirve de estrategia de unión y consolidación; además, es una  herramienta política ejecutada por los gobiernos de todo el mundo. No es una invención mexicana, es un instrumento popular de todos los regímenes en todas las épocas para llevar a buen puerto sus proyectos. El lenguaje es político.

López Obrador, presidente constitucional de México, se ha servido de torcer el lenguaje desde sus épocas como Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Debemos recordar que logró posicionar en los medios la palabra “encharcamiento” para referirse a las inundaciones en la Ciudad de México en época de lluvias. En nuestro contexto sabemos que lo utilizó como sinónimo de “inundaciones”, pero con el paso de los años ese contexto se irá diluyendo al punto que no exista esa salvedad.

El presidente ahora vuelve a la carga con la falta de suministro de gasolina; sin embargo, la crisis que se vive en las ciudades y la realidad evitó que la palabra perdiera su significado. Sin adjetivos que minimicen su impacto, se trata de un desabasto de gasolina.

En otro país con otros objetivos políticos, trascendió una reforma constitucional en otro Parlamento. El país exyugoslavo de Europa del Este, Macedonia, cambió su nombre provisional “Antigua República Yugoslava de Macedonia” por el de “República de Macedonia del Norte”. Necesitaba este cambio constitucional debido a que desde hace 27 años Grecia ha impedido su ingreso a la Unión Europea y a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico del Norte) por el uso de “Macedonia”.

Ciudadanos y generaciones enteras han visto limitado su desarrollo como europeos por el uso de una palabra, de un nombre. Grecia ha reclamado que Macedonia no utilice esa designación por sus implicaciones históricas y territoriales. Macedonia tuvo que ceder ante Grecia en cambiar su propio nombre para avanzar en su desarrollo como nación. Querido lector, otra vez: El lenguaje es político.

Para cerrar la pinza: Aunque existen instituciones encargadas de velar por el interés de la lengua, la política en el lenguaje les impide pronunciarse por su uso poco ético. Esta subordinación merma su existencia, confiabilidad y permanencia. Algunas instituciones son referencia inequívoca del lenguaje y viven una eterna disputa entre lo que es válido, lo no válido y lo que no se nombra. El silencio también es una respuesta.

Algunos de los integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) han formado parte de la cúpula política de sus países, México y España. Han formado parte de sus filas notables juristas, presidentes y expresidentes.

Es por ello que el apoyo político que reciben estas instituciones les impide pronunciarse en contra de esas técnicas poco éticas; algunos se han servido de ellas para hacer política. Claro que hay que mencionar que mientras algunos son sutiles, López Obrador, presidente en funciones, lo hace visiblemente.  

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Nota del Editor: Los comentarios aquí vertidos son responsabilidad directa de su autor y no necesariamente reflejan la opinión de En Vivo Mx

Verónica Ruiz Nava

Abogada experta en derechos humanos y derecho constitucional. Imparto conferencias y soy trotamundos poblana.

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