Relojeros, un oficio en peligro de extinción

Durante las últimas dos décadas, el avance de la tecnología, los relojes desechables y los celulares, además del consumismo, han convertido al maestro relojero, en un oficio en extinción en la entidad.

El técnico Jorge Alfredo Quevedo, con poco más de un cuarto de siglo en este trabajo, señaló que es prácticamente una rareza el que los regiomontanos, en particular los jóvenes, acudan a reparar sus relojes hoy en día.

“Desde que empezaron a salir los relojes baratos, la gente ya dejó de traerlos a arreglar cuando se descomponen y es que son tan baratos, que la verdad sale más caro repararlos que comprarse uno nuevo“, dijo.

Añadió que “esto lo han estado haciendo sobre todo la gente más o menos desde por el 94, el 95, entonces las tiendas empezaron a tener relojes, digamos, de tipo desechable, como los Casio, es cosa de la tecnología”.

“Y luego para acabarla”, expresó, “llegan los celulares, y la gente dice: ¿para qué voy a gastar en un relojito, si aquí traigo siempre la hora en el teléfono “, sostuvo

Acompañado por su esposa, María Rita Gutiérrez, el maestro relojero recorre durante la semana algunos mercados rodantes de la ciudad para ofrecer sus habilidades, en los que ya ha ganado su clientela.

“Personas mayores todavía acostumbran traer relojes, cada día son menos, va para abajo, pero los chavos, las muchachitas, los niños, están pegados todo el día a su celular, ven la hora a cada rato “, abundó.

Antes, comentó, era una tradición que los padres le regalaran a los hijos varones un reloj al cumplir los 18 años, y el muchacho lo conservaba como un tesoro generacional muy valioso.

“Cuando les comenzaba a fallar, nos los traían para darles una buena limpieza, para arreglarlos, los pulíamos, por eso el muchacho lo traía puesto siempre, era parte de su persona, digámoslo así“, subrayó.

Quevedo mencionó que desde los 15 años comenzó a tener el gusto por conocer el funcionamiento intrincado de los relojes mecánicos y eso lo llevó a convertirse en ayudante de un maestro relojero.

“Todavía será cosa de unos 10 o 12 años, habíamos varios que nos dedicábamos a esto, todos empíricos, a nosotros nos enseñaron los maestros relojeros de la Ciudad de México, ellos sí fueron a escuelas de relojería “, afirmó.

Los pequeños talleres de reparación y mantenimiento de relojes estaban en su mayoría en las calles del centro de esta capital, algunos otros en municipios conurbados, pero ahora ya cerraron.

“Somos a lo mucho tres o cuatro en todo Monterrey, los que andamos trabajando de relojeros, nos hemos ido acabando, nuestros maestros, de los que fuimos ayudantes, unos ya murieron y otros están muy viejitos “.

Las personas de la tercera edad y algunos coleccionistas jóvenes son quienes acuden a solicitar de sus servicios, aunque la demanda ha declinado con el transcurso de los años.

“Nosotros les cobramos entre 250 y 400 pesos, cobramos poco para que nos llegue la chamba; hay días en que hacemos 10, 12 trabajos, pero también a veces no nos cae nada “, subrayó.

La reparación o el mantenimiento del reloj sale el mismo día, a menos que resulte en una pieza difícil de conseguir, porque es necesario pedirla a los especialistas en materias primas en el Distrito Federal.

“Hay veces que los negocios de joyería y relojería nos mandan relojes que les llevan sus clientes, les hacemos como trabajo en maquila, luego nos llegan 40, 50 o 100 relojes, y les hacemos precio por volumen “, acotó.

Don Jorge comentó que “muy de vez en cuando llegan muchachos muy chicos a preguntarnos si tenemos relojes antiguos, algún Nivada, un Longines, el Omega, el Mido, porque los ven en Internet“.

“Ellos ven que cantantes o deportistas famosos traen puesto un reloj antigüito, les entra la curiosidad, andan buscando para conseguir uno parecido, eso ojalá y nos ayude para seguir en esta chamba, Dios nos ampare“, manifestó.

Recientemente la socióloga Lylia Palacios Hernández, afirmó que ante el creciente consumismo y la vida acelerada, los regiomontanos han perdido la apreciación por las labores artesanales, como la de los maestros relojeros.

Sostuvo que los relojeros se asumen en extinción, porque la tecnología es una competencia tremendamente fuerte para este tipo de actividades, la gente ya no compra relojes, revisa la hora en sus teléfonos celulares.

Sin embargo, el relojero no va a desaparecer como tal, el problema es que se va convertir en un oficio de élites, para aquellos que pueden contar con un buen reloj que todavía es una joya, detalló.

La especialista de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) indicó que “estamos en una sociedad en donde nos está ganando el tiempo y la prisa, hemos traspasado umbrales que no debiéramos traspasar, una forma de vida que es la competencia, el consumismo“.

En una reciente presentación de su libro “Oficios Urbanos Tradicionales: El lado invisible de la cultura laboral regiomontana“, consideró que “esta sociedad ha creado una cultura que ahorita nos está cobrando una fuerte factura, con una ciudad donde impera el auto, la velocidad y la exigencia de la competencia“.

Expuso que “no nos ha sido permitido aprender todo el valor que tiene lo artesanal, por lo tanto, si es un asunto que se puede revertir, podemos aprender nuevamente a recuperar cosas que no les hemos dado el valor”.

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