Duelo por adelantado

Esta historia explica la razón por la que prefiero no aceptar pagos por adelantado.

Era la primera vez que lo veía, la primera cita. Acordamos el horario en una rápida llamada el día anterior.

Cuando abrí la puerta, encontré a un hombre de cuarenta y tantos años con las manos metidas en los bolsillos. Usaba una playera de triatlón, que reconocí de inmediato porque yo también la tenía. De esas playeras que encarecen el precio de una competencia. Decidí romper el hielo con ese tema deportivo, y emocionado le pregunté desde cuando competía, si pertenecía a algún equipo e incluso sus ritmos de carrera. Cinco días después, sería el triatlón de Veracruz, uno de los mejores del país, y uno al que yo pensaba asistir.

-¿Vas a Veracruz este fin de semana?-

– No, no voy-, me dijo, ya ocupando un tono serio y fijando su mirada en la lámpara de cristal azul y pantalla de manta que me ha acompañado en todos mis consultorios.

-¿Porqué? Nos queda muy cerca-. Dije con entusiasmo.

-Porque voy a estar muerto-.

Arruiné la sesión. Pensé. Tuve que detener el ánimo que demostré desde que abrí la puerta. Hasta ese momento, él sacó las manos de los bolsillos y comenzó a explicarme su situación. No había mucho qué decir: su neurólogo le dijo que tenía un problema gravísimo a nivel cerebral y, según un estudio, le quedaban dos días, y, eso, con optimismo. 

No pude evitar pensar que, delante de mí, tenía a un hombre que el fin de semana estaría tres metros bajo tierra.

Él venía a verme porque no sabía si decirle a sus padres y hermano. No sabía si concentrarse en la poca vida que le quedaba o en los muchos papeleos pendientes que tenía. No exagero: me sentí honrado por haber sido elegido para ese papel de consejero al borde de la muerte, como un barquero griego que ayudará a cruzar a la otra vida.

Estuve tentado a dirigir la sesión hacia algo más sublime, algo como un duelo adelantado. Sin embargo me arriesgué a ser práctico y objetivo. Luego de escucharlo y ver cómo le dolía estar pasando por este asunto solo, le dije que contaba conmigo, que yo quería acompañarlo en los próximos días, pero que mi recomendación primera era que se hiciera otros estudios médicos.

Creo que salió decepcionado, creyendo que yo diría algo un poco más filosófico. Cuando se iba, no encontramos cambio. Tenía que darle cincuenta pesos. Me dijo que pensaba regresar al otro día y así hasta que se muriera, así que me dejó el billete y me pidió que se lo abonara.

Al otro día, cuando quise confirmar la cita, no contestó el teléfono…

Por: Carlos Castro

Redacción

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