Primero los pobres

La pobreza se ha exaltado y resaltado como la condición primigénea de la gente de valores, ese pueblo bueno que merece y necesita atención.

Por: Guillermo Castillo

«Por el bien de todos, primero los pobres»… La frase ha resonado una y otra vez con acento tabasqueño. Primero en campaña y luego, desde Palacio Nacional.

Desde 2018, tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador como el resto de los gobernantes emanados de Morena, su partido, la han adoptado y utilizado de una u otra forma para generar empatía con los mexicanos.

La pobreza se ha exaltado y resaltado como la condición primigénea de la gente de valores, ese pueblo bueno que merece y necesita atención antes que cualquiera, porque antes fueron ignorados.

Así, ser pobres es igual a ser buenos y ser de clasemediero para arriba, equivale a ser malos, egoístas, abusivos, tramposos y muchas cosas más.

El tema es que, teóricamente, el gobierno federal (y el resto) generan políticas públicas y programas para ayudar a que los pobres dejen de serlo y paulatinamente, encuentren formas de mejorar sus condiciones de vida.

Teóricamente…

La realidad golpeó la cara de los mexicanos y del gobierno, con el guante de Coneval, cargado con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía: En el primer tercio del gobierno de López Obrador, la pobreza no sólo no se contuvo sino que creció.

La medición de 2020 arroja que la pobreza aumentó 2%, es decir, alrededor de 4 millones de mexicanos pasaron de esa «clase media» a simplemente ser pobres y aproximadamente la mitad, 2 millones, cayeron en la pobreza extrema.

Esa pobreza no está relacionada con servicios básicos, como el acceso al drenaje, la luz eléctrica o el agua potable, sino con la falta de dinero suficiente para alimentarse o bien, para tener una alimentación adecuada.

No han faltado las voces que reviran: 2020 fue un año de pandemia, sólo se refleja la crisis provocada por el Covid-19; la realidad es que el coronavirus nos agarró con una economía endeble y con políticas predominantemente asistencialistas, basadas en la distribución de dinero en pequeñas cantidades a distintos sectores catalogados como vulnerables.

Como era de esperarse, ese dinero no era ni es suficiente para sufragar los gastos de una persona y tampoco puede ser eterno ni alcanzar para todos, al estar sujeto a la disponibilidad de los fondos públicos.

A eso, se debe sumar y no olvidar el profundo rezago histórico que generaron los gobiernos anteriores y cuyos partidos no pueden desatender aunque quieran que López Obrador cargue solo con el muerto.

Entonces, la pregunta es ¿Y luego? ¿Qué se va a hacer para salir del hoyo dentro del hoyo donde estamos ahora? ¿Hay forma de darle dinero a esos 4 millones que antes no eran pobres y que ahora sí lo son o bien, a esos 2 millones que no vivían en la mísera y ahora sí?

La culpa no es únicamente de López Obrador, pero dar una solución ahora y mientras gobierne, sí es su responsabilidad directa. Tanto de él como de los gobiernos estatales y municipales que están en funciones ahora.

Por el bien de todos, primero los pobres ¿No? Que se vea, pero no en «apoyitos», que se vea en una mejora consistente de las condiciones para tener una mejor vida de forma permanente, hasta donde la pandemia lo permita o ¿en uno de sus dos temas estrella también nos va a quedar a deber?

Que conste que es pregunta.

Hasta la próxima.

Redacción

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