Víctima de Trata de Personas

Nota del Editor: Los comentarios aquí vertidos son responsabilidad directa de su autor y no reflejan la opinión de En Vivo Mx.

Por: Verónica Ruiz Nava

Querido Pueblo Mío: Cada semana vemos en los titulares noticiosos de manera constante las palabras tortura, acoso sexual, violación, feminicidio o trata de personas.

Me gustaría ver en las campañas políticas propuestas para combatir estos delitos. Es por ello que convoco a la ciudadanía a cuestionar a cada fórmula política sobre la prevención y combate a este tipo de delitos.

Un primer paso que puede liberar a una víctima de la violencia que vive es que se considere a sí misma víctima. La víctima de trata de personas puede no dimensionar que es víctima de un delito. Sin embargo, si es parte del discurso público puede que exista una oportunidad de prevenir la comisión de este tipo de delitos.

Del abanico de delitos que se comenten en nuestro país, el delito de Trata de Personas forma parte de las cifras de violencia que aquejan a México. Este delito se publica, diariamente, en medios periodísticos con nombres como trata de blancas, tráfico de personas, tráfico humano o esclavitud moderna; también se asocia el de prostitución infantil. Puede ser de índole sexual o laboral y afecta, principalmente, a niñas, niños, adolescentes y mujeres de todo el mundo.

Lamentablemente, es un delito tolerado por parte de la sociedad. En México, como en muchos otros países el tráfico de personas puede ser con fines sexuales o laborales. Existe una justificación constante en el discurso público: La víctima lo merece; nada más alejado de la realidad. Ninguna víctima merece el delito que padece.

Si las mujeres son víctimas de violencia familiar, inseguridad pública, discriminación laboral, violencia sexual y además del delito de trata de personas, resulta evidente que, en cada una de las esferas en las que espera desenvolverse, la víctima está siendo violentada.

Además, en diferentes etapas de su vida ya sea como niña, adolescente o mujer. La víctima pierde su carácter de persona, al comercializarse su cuerpo, su imagen y su explotación continua como mercancía.

En un primer momento, las víctimas son privadas de la libertad a base de engaños. Su integridad y seguridad personales se ven menoscabadas continuamente por el periodo de abuso que puede comprender días, meses o años.

El proyecto de vida de niñas y mujeres es coartado para engrosar las filas de la estructura de explotación laboral o sexual. Su intimidad será ejercida de forma nula en las condiciones de hacinamiento bajo las cuales vivirá hasta ser libre o morir en cautiverio. Una invalidación constante en la que incluso se utiliza el embarazo forzado para que la víctima se vea obligada a quedar al cuidado de los hijos que ha tenido con su tratante.

Es por ello que, como sociedad, debemos darles la oportunidad a las víctimas de expresarse. Deben tener la oportunidad de contar su historia, sin minimizar su sufrimiento.

De cara a las promesas que escucharemos a lo largo de este periodo de campañas políticas, como ciudadanos cuestionaremos a los candidatos qué políticas públicas llevarán a cabo para combatir este tipo de delitos. En específico, sobre la prevención y el combate al delito de trata de personas. Por lo que, sino escuchamos propuestas articuladas no merecen nuestro voto.

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Redacción

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